
El CEO de OpenAI revive el debate sobre la ‘teoría de la Internet muerta’ y plantea la necesidad de sistemas que distingan a las personas de los bots.
Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI y figura clave en el desarrollo de la inteligencia artificial, sorprendió con un comentario en redes sociales que reactivó una discusión que parecía olvidada: la llamada “teoría de la Internet muerta”. Su reflexión puso sobre la mesa la idea de que gran parte del contenido en la red ya no proviene de personas reales, sino de algoritmos y programas automatizados.
El concepto nació en foros en la década de 2010 y fue catalogado durante años como una exageración conspirativa. Sin embargo, con la expansión de herramientas como ChatGPT, capaces de producir textos, imágenes y respuestas en segundos, la hipótesis ha adquirido un matiz más realista. La incapacidad de plataformas como X (antes Twitter) para frenar la proliferación de cuentas falsas alimenta aún más esa percepción.
La paradoja está en que la advertencia proviene del propio Altman, líder de la empresa que popularizó la inteligencia artificial de uso masivo en 2022. Desde entonces, el aumento de publicaciones creadas por sistemas automatizados en blogs, medios digitales y redes sociales ha sido evidente, generando un entorno en el que distinguir entre lo humano y lo artificial se ha vuelto cada vez más difícil.
Especialistas en ciberseguridad advierten que el problema central es la confianza. Si los usuarios no pueden saber con certeza si detrás de una cuenta hay una persona real, la credibilidad de las interacciones se desploma. Esta es la esencia de la “teoría de la Internet muerta”: una red en la que los seres humanos han sido progresivamente sustituidos por contenidos generados por máquinas y bots.
Ante este panorama, Altman impulsa World Network, antes conocido como Worldcoin, un proyecto que busca implementar una “prueba de humanidad” digital mediante la verificación biométrica del iris. La iniciativa pretende ofrecer una herramienta que permita a los usuarios demostrar que son humanos reales en internet, diferenciándose así de los sistemas automatizados.
No obstante, este plan no está exento de polémica. En Europa ya ha enfrentado críticas por los riesgos asociados a la recolección de datos sensibles. Autoridades como la Agencia Española de Protección de Datos han pedido cautela, advirtiendo que ceder información biométrica a cambio de dinero podría tener consecuencias a corto y largo plazo. Altman, sin embargo, asegura que el proyecto ahora se centra en reforzar la privacidad y la transparencia, como parte de la solución a un internet cada vez menos humano.
Foto: Eric Risberg/AP
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